“Os declaro líder y subordinado, hasta que la inFELICIDAD os separe…”
“Porque soy feliz, da palmadas si te sientes como una habitación sin techo, da palmadas si sientes que la felicidad es el camino, da palmadas si sabes que la felicidad es para ti, da palmadas si sientes que eso es lo que quieres hacer…”
Letra de «Happy», por Pharrell Lanscilo Williams, cantante, productor y compositor estadounidense nacido en 1973.
Como si el oficiante de una ceremonia lo dijese en voz alta, el acto de la firma del contrato de trabajo, convierte a este en un enlace para una relación que, aunque a primera vista no lo parece, estará sacudida por las emociones, y estimulada o aletargada por la fluidez de la comunicación. Aunque es una relación laboral, por el ineficaz manejo de la comunicación y las emociones, casi casi, parece que estoy hablando de una tóxica relación de pareja en la siguiente historia:
“Milagros no tenía experiencia laboral reseñable. Fue una buena estudiante. Tuvo la suerte de que su currículum vitae llamase la atención del CEO. Fue contratada. Destacó inicialmente por su esfuerzo en aprender, su vitalidad, su optimismo y sus sugerencias. Su desempeño y su alto nivel de Entrega personal eran ejemplares. Se sentía en la plenitud de la satisfacción laboral.
Algunos pequeños roces con compañeros y superiores, y su desacuerdo con algunas políticas organizacionales la hicieron replantearse su nivel de Compromiso. Decidió que sus tareas se deberían limitar al contenido de su puesto. La frustración de no recibir el reconocimiento esperado hizo que se alejase de su jefe directo y mentor. Nadie se percató de la disminución de su nivel de desempeño, porque seguía cumpliendo con las expectativas de su puesto.
Fue pasando el tiempo y los conflictos no se resolvían, se enquistaban. Disminuyó su Participación activa en las actividades laborales y extralaborales. Algunas personas se percatan de la situación, incluido el jefe, pero la empresa no invierte tiempo en solucionarla. Su desempeño cumple apenas el estándar exigido, en muchas ocasiones, está por debajo. Prácticamente desaparece la comunicación con su jefe. Milagros es muy infeliz.
Milagros intenta hablar con su jefe. Quiere revertir la situación, expone sus inquietudes, pero no reciben buena acogida. Se plantea una Retirada, salir de la empresa, pero no encuentra una oferta atractiva, por lo que decide continuar y no hacer ningún esfuerzo más. Culpa a su jefe y a la empresa de su situación de infelicidad. Los enfrentamientos son evidentes y públicos.
La desidia la lleva, incluso, a evitar los problemas, de modo que, simplemente, se convierte en una empleada “zombie”. Opta por la Resignación. Piensa que todo está perdido. Que la crisis no le permite cambiar de empleo. Empieza a dudar de su pericia profesional. Reconoce que está perdiendo los mejores años de su carrera. Se siente encerrada en una burbuja que la ahoga, y se rinde aceptando la situación. Esto es mejor que nada, y en otras empresas pasa lo mismo.
Ayer, en una reunión con los mandos intermedios, el CEO de la empresa preguntó, ¿cómo vamos a solucionar el tema de Milagros? El Responsable de RRHH le contestó ¿Ahora?…, ¡ahora milagritos a Lourdes!.”
El Despido Interior
Esta historia de ficción muy real ilustra las fases de Entrega, Compromiso, Participación, Retirada y Resignación del Despido Interior. Son los escalones que descienden a la prisión en la que la infelicidad laboral encierra al trabajador. El libro El despido interior, escrito por Lotfi El Ghandouri, emprendedor canadiense de origen tunecino, fundador de Creative Society Group, describe ese proceso de deterioro de la relación laboral en el que el superior jerárquico inmediato tiene mucho que ver. Tanto que, es, sin duda alguna, la clave para que no se produzca esa bajada a los sótanos de la infelicidad.
«La gente no renuncia a las empresas, renuncia a los malos jefes»
Esta afirmación se atribuye a Rodrigo Rojas, Gerente de Felicidad del Banco Estado Microempresa (BEME) de Chile, organización que, a través de la implantación de prácticas de felicidad en el trabajo, en los 10 últimos años ha alcanzado el liderazgo en su mercado. BEME se encuentra en el puesto 16 del Ranking de la consultora Great Place to Work de empresas en América Latina de más de 500 trabajadores.
Realmente hay muchos factores para dejar una empresa, no podemos decir que la relación con el líder sea siempre la causa, pero sí es un factor altamente determinante en la decisión de abandonarla.
La descapitalización del Talento: descapitalización monetaria
La salida de los empleados siempre produce una “pérdida de valor”: su formación, su conocimiento, su reputación y su relación con los clientes, salen por la puerta de la mano del trabajador.
Como ya mencioné en un post anterior, el estudio “Retaining Talent” de la Society for Human Resource Management Foundation, determina que los costes de sustitución directa pueden llegar a significar el 50% ó 60% del salario bruto anual del empleado a sustituir. Si, además, tenemos en cuenta los costes totales asociados con la rotación, se pueden generar costes que pueden ir del 90% al 200% del salario bruto anual, dependiendo del peso del Talento a sustituir.
El impacto del líder en la felicidad del subordinado
El mes pasado se publicaba la VI Encuesta Adecco La Felicidad en el Trabajo, realizada a 2.400 profesionales en activo de toda España, acerca de los niveles de satisfacción y realización personal de los trabajadores en nuestro país.
Para saber cómo podrían ser más felices los trabajadores españoles, se les ha preguntado qué aspectos valoran como más importantes dentro de su entorno de trabajo. Una de las respuestas con mayor puntuación fue la de contar con un buen jefe (7,91 sobre 10), por encima de disfrutar de beneficios sociales o contar con el reconocimiento de colegas y superiores.
¿Quieres ser el líder de subordinados felices?, ¡pues no dejes todo de la mano de Lourdes!